Wednesday, June 14, 2006

La Ley de la Selva

Se repitió a toda voz, hasta el hartazgo y revelando una flagrante falta de cuidado por la intimidad del profesor, que el rosa lavaba la loza. En su minuto pareció un atentado injustificado y arbitrario contra la conspicua labor que el maestro desarrollaba en el canal católico. Hoy, dirán los sátiros, la imputación resultaría halagadora en vista del oficio que practica el rostro en el canal opus dei. Esparcir bolsitas de monedas en un acuario de agua salada a baja temperatura para que distinguidas modelos del medio nacional se superen a sí mismas y, luchando con valentía contra el frío acuoso, las recojan sin que se les corra el bikini, le parecerá a algunos cuantos una empresa de mucho menor dignidad a la de lavar platos, vasos, tenedores y cuchillos. El desorden se permite dudar ante este prejucio.
Iván Arenas, ahora con el pelo teñido de negro con blanco y algo más corto, ha argumentado que este nuevo formato tiene la virtud de cautivar a toda la familia y ya no sólo a los hijos. Su tesis es impecable. Por primera vez, puede presumirse desde el modelo tradicional de familia chilena construido por la sociología imperante, el padre tendrá razones propias para ver el programa y ya no será necesario que apele al amor paternal ni a los deberes sanguíneos a la hora sintonizar al Profesor Arenas en su vocacional e incontrarrestable tendencia de llevar el mundo animal a la mirada distraida de los televidentes. Además, lavar la loza es, como han señalado con prematura ironía los escolares, tarea que, antes que cualquiera, debería emprender Bachelet. ("Bachelet: ándate a lavar la LOCE").
Mejor que nadie, el Viejesor Arenas ha comprendido que la ley del mercado se impone a todos por igual. Hasta a los animales que ya no sólo deben convivir con cámaras invasivas y focos infernales, sino además con cotizadas modelos que ellos mismos no saben distinguir de Don Cárter, pero que seguramente el macho de la casa sabe apreciar en todo su valor. Ya no recorrerá el mundo tal vez, pero nada con naturalidad (como las modelos de su programa) por esta aldea global que cada vez más se rige por la regla que determina por definición el devenir de las especies salvajes: La Ley de la Selva.

Friday, May 19, 2006

Las Condolencias del Desorden


posteado en farándula

El Desorden manifiesta su más sentido pesar por la muerte del comediante argentino, a la vez que se suma a la corriente creada por él: humor picarezco o humor para adultos (que somos).

Thursday, May 04, 2006

Es un hecho: valero ya no es musculoso. ¿El precio del anonimato?

Tuesday, May 02, 2006

Revíselo en la prensa

Carnicería pura: Será noticia mañana. Está ocurriendo ahora. Humbertito ha sido resucitado por Morandé para no entender el chiste de Julio César. Verlos sentados ahí, demoliendo a la Pamela Díaz, encarnizados, moliendo la reputación del César o lo que queda de ella, nos llena de orgullo. La confianza ha sido depositada en Marlené para que sentada al centro del plateau fuerce su cultura y su lengua lenteja, y se tire, no a su jefe esta vez, sino en contra de la Arnello, la Larraín, y la Huidobro -ya no escasean los apellidos de abolengo-. El Chino tiene derecho a decir lo que quiera, opina Morandé. A la Eli le encanta el chino. La Marlené no sabe qué opinar. Escucha confundida las palabras de su manager y esposo putativo por la muela; la cagaste Marlene, dejaste pasar tu oportunidad, es lo que va a escuchar por parte de su amado en un par de horas. Antes erai mas lanzada Eli, le asuza el Kike. La vida y no sólo la muerte bordadas en la boca. Cuando el río hace tanto y tan desesperado ruido es porque mucho rating no lleva.

Thursday, April 27, 2006

No Habrá Cesar en Julio

Injustificado, imperdonable, cobarde y fruto del más podrido de los rencores le parece al desorden el asesinato de imagen en contra del conspicuo Julio César cometido por sus antiguos colegas de prensa y sus nuevos colegas de tele. El astronómico despegue de la carrera del mentado comentarista, se vio, sacó chispas que no se dejaron ver en toda su luminosidad hasta el deceso (¿o suicidio?) mediático del animador. Seamos francos, su late show, no era derechamente malo; incluso alguna que otra edición logró entretener al desorden. Julio Cesárea, como malignamente se lo llamó, si bien no tuvo nunca un desempeño rutilante, se vio, a veces, muy cómodo en el set, tal vez demasiado en vista de la frágil sensiblidad de el estarc system. Juegueteó hasta el hartazgo con los camarógrafos, coqueteó con las invitadas, confabuló con la banda e insinuó, aunque sólo facialmente, despiadadas e irreverentes ironías en contra de consolidados de tradición.
De ser uno de los personajes más decididamente feos de la pantalla chica -lo recuerdo en el panel del Termómetro con la ce hache más inestable que hoy día- pasó a ser una cara que se puede mirar manteniendo indemne la propia integridad estomacal. Para lograr el cambio no quiso regirse por la ortodoxia masculina nacional, diseñada en base al perfume del éxito y del dinero. Ahorró tiempo, ocupó el bisturí, y se convirtió casi a propósito en una versión masculina, y más leída por cierto, de la Carlita Ochoa, o en el mejor de los casos, de su tocaya Ballero. Mal no le fue: post-pabellón consiguió polola flaca, linda, de buena familia, liberal y...de la tele.
Se le cumplían sus sueños uno por uno, pero nadie sabía por qué, el una vez outsider, marginal, talentoso y apasionado éditor de La Nación Domingo soñaba con eso y tal vez ésto era lo que más incomodaba al proletariado televisivo.
Los teólogos lo saben: la única herejía que ha de temerse es la que puede confundirse con la ortodoxia. Hoy, aparentemente, es un hecho que no vamos a seguir viendo por un tiempo al otrora emperador del canal público y nadie parece estar lamentándolo sino, más bien, celebrándolo en sus narices; ¿será por las mismas razones que explican la reacción satírica del mounstruo ante el drama sicótico-policial de la Kenita y los vaivenes emocionales del Negro Piñera, o en cambio el hecho viene a confirmar que el chileno, no solamente es solidario en tiempos de crisis, sino además terriblemente chaquetero cuando las cosas marchan extrañamente bien?

El desorden lo pone sobre la mesa. El cibernauta afila los colmillos.